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Archive for septiembre 2010

SIN APENAS ADJETIVOS

*Por aquí la gente grita normalmente.

*Cada vez estamos todos más sordos.

*Todavía falta en el calendario El día del Ronquido.

*Para no perder tiempo, habría que poner a las horas cascabel.

*Porquería es una manada de puercos compuesta comúnmente de
sesenta (Diccionario de Antigüedades del reino de Navarra).

*¿por qué los profesionales de radio y tv sólo se excusan cuando les
sobreviene una tosecilla?

*Ahora que es normal la conexión directa y simutánea, se podría
idear un programa donde informaran al sufridor sobre la hora exacta
en cada Comunidad.

*Tan difícil como educar un hijo es transformar un piso en hogar.

*De caldero vienen calderada, calderete, calderilla…

*Sin rubor peroraba un botarate:
¿Para qué, señor mío, necesito libertad?

*Se conocen siete mil especies de hormigas,
todas enemigas del hombre.

*El año 1498 se prohibieron en el Viejo Reino las recomendaciones.

*Los matrimonios salen a cenar.

*Huída del campo a la ciudad:
Vendieron los aperos y las tierras
y les dieron a cambio cuatro perras.

*El obispo Bartolomé Carranza (1503-1576) acudió en cierta ocasión
a la cárcel de Toledo, habló con los presos, los consoló como pudo, pagó
las deudas de muchos de ellos, les dio de comer a todos…Y, sin embargo,
a algunos, todo eso les pareció «poca autoridad de obispo».

*Cuando muere un donante, debería decirlo el celebrante.

*En las bibliotecas suele haber buena calefacción.

*¿Estará en los garbanzos la raíz de nuestra intolerancia?

*Ojo, con los que sueltan verdades como puños.

*Según donde te pones, te colocas de cara o de espaldas a la realidad.

*Falso optimismo: Ya no hay distancias.

*Hemos dilapidado nuestra reserva de estupor.

*Pregunta de niño despierto.¿Es también pecado robar cosas supérfluas?

*A veces los grillos cantas sin motivo.

*La mayoría silenciosa se compone de minorías calladas y éstas de
ciudadanos mudos.

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El Papa Benedicto XVI, en su reciente discurso en Westminster Hall, elogió a Reino Unido como «una democracia pluralista que da un gran valor a la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto por la ley». El pontífice comentó que el posible conflicto entre conciencia y respeto por la ley es un desafío para la democracia, no un obstáculo infranqueable.

«Cada generación, mientras intenta promover el bien común, debe preguntarse siempre de nuevo: ¿cuáles son las exigencias que los Gobiernos pueden racionalmente imponer a sus propios ciudadanos y hasta dónde pueden extenderse? ¿A qué autoridad se puede apelar para resolver el dilema moral?». «Estos son interrogantes que nos llevan directamente al fundamento ético del discurso civil. Si los principios morales que sostienen el proceso democrático no se basan, a su vez, sobre algo más sólido que sobre el consenso social, entonces la fragilidad del proceso se muestra en toda su evidencia. Aquí se encuentra el verdadero reto de la democracia.”

Palabras pontificias que chirrian un tanto con la realidad del Estado Vaticano y la actualidad eclesial más reciente:

El canon 331 del actual Código de Derecho Canónico dice que el Romano Pontífice tiene, «en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente». El canon, por tanto, no establece, al menos en principio, límites a la potestad del Papa dentro de la Iglesia. Lo cual queda patente en el canon 333, párrafo tercero, donde se establece que «no cabe apelación ni recurso contra una sentencia o un decreto del Romano Pontífice». Más aún, el canon 1404 afirma taxativamente: «La Primera Sede por nadie puede ser juzgada». Lo que significa que la persona del Pontífice se halla fuera de cualquier fuero, eclesiástico o civil, ya que no hay ninguna autoridad superior a él que pueda juzgarle (8). Y para que no quede posibilidad alguna de limitar la potestad papal, el canon 1372 dispone que «quien recurre al Concilio Ecuménico o al Colegio de los Obispos contra un acto del Romano Pontífice, debe ser castigado con una censura». Sin duda alguna, los cánones que acabo de citar nos presentan un tipo de institución que, en realidad, está organizada y funciona de acuerdo con un sistema de gobierno que a lo que más se parece es a lo que siempre se ha considerado como una «monarquía absoluta». (José María Castillo. Editorial Nueva Utopía, colecc. Alternativa», nº 5, Madrid 1999)

La pasada semana tuvo lugar en Madrid el Congreso que anualmente celebra la “Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII” (este año sobre “Teología y Pobreza”). Al finalizar dicho congreso, el teólogo y secretario de la Asociación, Juan José Tamayo publicó este comentario:

“Desde hace 15 años el congreso se celebra en la sede de Comisiones Obreras de Madrid-Región. No es este un dato irrelevante. Tratándose de un encuentro de cristianos, de teólogos, de movimientos, lo propio sería que tuviera lugar en algún local de la Iglesia católica. ¿Por qué entonces celebrarlo en la sede de un sindicato laico y de clase? La respuesta es simple: porque las autoridades eclesiásticas no permiten hacerlo en sus locales. Es una prueba más de la falta de libertad de expresión, reunión y asociación que reina en la Iglesia católica. La hospitalidad, regla fundamental de humanización y principio ético de las religiones, parece haber cambiado de lugar social y ha pasado a los movimientos sociales.”

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Hans Magnus Enzensberger, poeta y ensayista, premio Príncipe de Asturias de la Comunicación y Humanidades, es uno de los creadores más agudos y significativos de nuestro tiempo. En su breve obra «En el laberinto de la inteligencia» analiza con sorna nuestros intentos por medirla y delimitarla, recordando, no obstante, que todo aquel que quiera considerarse moderno debe ser, necesariamente, inteligente.

Después de precisar las raíces del concepto clásico de inteligencia (término que viene de los griegos) subraya que inteligencia significa cuanto podemos encontrar en nuestras cabezas: sentido, juicio, pensamiento, razón, espíritu, reflexión… Indaga luego su evolución a lo largo de la historia, señalando, cómo, en un esfuerzo por ordenar el galimatías de nuestras cabezas, los expertos distinguen entre inteligencia biológica y psicométrica, motora y racional, analítica y creativa, lingüística y visual, espacial y lógico-matemática, cinestética y musical, pragmática y mecánica, interpersonal e intrapersonal, cristalina y líquida, funcional…

Al enumerar los términos que utilizamos para calificar la inteligencia, o la falta de ella, el pensador alemán descubre que son mucho más numerosos los que disponemos para referirnos a la estupidez que a la inteligencia: insensato, tonto, necio, estúpido…hasta cincuenta. Incluso el número de expresiones y sustantivos especializados relacionados con la estupidez, supera a los de la inteligencia: duro de mollera, tonto del haba, palurdo, mostrenco…

Magnus Enzensberger ofrece una cita extraordinaria de Ludwig Feuerbach, de su obra Esencia del Cristianismo (puede leerse en PDF). “Dios, decían los escoláticos, los padres de la Iglesia, y muchos paganos, es un ser inmaterial, inteligencia, espítitu, entendimiento puro. De Dios, en cuanto Dios no se puede formar imagen alguna. Pero ¿acaso puedes formarte una imagen del entendimiento, de la inteligencia? ¿posee alguna forma?, ¿no es su actividad la más inconcebible, la más irrepresentable? Dios es inconcebible; pero ¿conoces tú, acaso, la esencia de la inteligencia?”

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LA REALIDAD VIAJA ENTRE LÍNEAS

Lo llamaban Cirilo, sin saber que ese nombre es una variante de Ciro, el gran señor, en griego Kyrios. Aunque es evidente que él lo intuía, a juzgar por su talante: mamífero autárquico, coeficiente intelectual llamativo, submarinista de economías flotantes, persuasivo, audaz e irónico, aspirante a embajador… Durante la primera globalización destacó por su tendencia a leer entre líneas. Desde que Harold Bloon certificó que Cervantes escribió el Quijote entre líneas, adoptó él la costumbre de leerlo todo, prensa, acuerdos del Fondo Monetario, decretos de la Unión Europea, estadísticas, encuestas, sondeos, recetas, menús, facturas y prospectos, por el sistema cervantino, método que le permitiría, calculó, profundizar hasta las raíces de la información para alcanzar grado de especialista e intervenir en tertulias y mentideros de alto nivel. Si siente usted curiosidad por conocer en qué consistía la técnica de su lectura interlineal, escuche al propio Cirilo en su ensayo Realidad entre líneas: Leer entre líneas es un ejercicio especulativo encaminado a sobrentender lo no explícito; a colegir o adivinar, a sacar consecuencias, a deducir algo de otra cosa. Si al leer el menú del día, descubre usted fantasías como: “ensalada de primavera”, “pescado del día”, “churrasco de ternera” (simples eufemismos para entusiasmar al hambriento), la lectura interlineal del condumio le pondrá en evidencia que, si el precio del menú es irrisorio, los alimentos citados son una birria. Si al intentar conocer la información del prospecto de un producto alimenticio, redactado en tipografía diminuta e ilegible, lee: “Consumir preferentemente antes de”¿Qué diablos quiere decir preferentemente? ¿Conoce a alguien capaz de descifrar el alcance de tan cacareada preferencia? Pues ya me dirá usted, si lee en la prensa declaraciones, acuerdos, respaldos oficiales a corruptos, conclusiones de congresos, estadísticas y demás, sin interlinearlo previamente con datos objetivos.

El hábito de lectura subjetivo-interlineal influyó en el modo de ser de Cirilo, destacando por sus imprevisibles salidas de tono. Mientras le arreglaban el pelo, silbaba todo el rato la banda sonora de El puente sobre el río Kwait., con tal denuedo que el peluquero se entristecía: por favor, don Cirilo; no puedo oír el móvil. Cuando se apeaba de un autobús, se despedía de viajeros desconocidos con frases que rozaban la ternura: ¿por qué separarnos? ¿no podríamos continuar todos juntos? Siempre llevaba la voz cantante y los oídos abiertos. Y cuando por a o por b decaía la conversación, para verse libre de rollos patateros, adoptaba un tono confidencial multiuso: Seguro que alguno de vosotros todavía no tiene idea clara sobre el IVA. Y al momento iniciaba un discurso: Lo que conocemos actualmente como IVA, en las antiguas civilizaciones egipcia y ateniense existía como impuesto a las ventas. Después de la primera guerra mundial apareció en la legislación de muchos países y se fue generalizando. El público comenzaba a desfilar con gestos de asentimiento; pero raramente faltaba la mosca cojonera pegada al respaldo del orador dispuesta a preguntar, momento que Cirilo aprovechaba para adentrarse la zona ferruginosa del IRPF, y con acento escatológico, como si fuera a narrar un escándalo político reciente, continuaba: En los ordenamientos tributarios de hoy en día, el impuesto sobre la renta es el pilar más significativo del sistema tributario. El IRPF no es una excepción, teniendo una gran relevancia cuantitativa y recaudatoria.

Cualquier palurdo le interrumpía: ¿y qué es el IRP, Cirilo? A lo que contestaba lacónico: ¡El IRPF, coño! Te has comido una efe mayúscula, majadero. Y haciendo mutis, desaparecía con un abacial ¡Buenas noches nos dé Dios! Su costumbre de analizar ambigüedades, calibrar acepciones y despejar sinónimos, talló su personalidad con un estilo inconfundible, habituándolo a percibir la realidad en periódicos, palabras, gestos, miradas, risas, silencios… con prisma distinto al de la masa, en todo tiempo y lugar. La prensa rosa y la amarilla se hicieron eco del cirio que armó una tarde de mayo en la consulta del traumatólogo. Entró en la sala de espera y al verla llena de pacientes silenciosos, preguntó asombrado: Perdonen, ¿es esto un velatorio? No, señor, respondió airada una señora, mientras un joven soltaba la carcajada, momento en que el recién llegado, todavía de pié, se arrancó en cante jondo: ¡Ay garrotín, ay garrotán! que de la vera, vera, vera de San Juan. Qué firmeza no tendría el querer que puse en ti, que cuando tu me olvidaste, la muerte sentí venir. ¡Ay garrotín, ay garrotán! que de la vera, vera, era de San Juan.

Alarmada por el batidillo, entró en la sala la enfermera seguida del traumatólogo, quien se dirigió a Cirilo contundente: ¡Esta es la consulta del traumatólogo, no la del neurólogo! Perdone, Señor Trauma, repuso el interpelado; y saludando a las visitas una a una, tomó asiento, al tiempo que una mujer, toda de rojo, abandonaba la sala para entrar en la consulta. No tardó en volver a la carga el cantaor, señalando la puerta con un si es no es de picarón: ¿Se han fijado ustedes en la señora o señorita de rojo? ¡Mamma mía! ¡Qué culo cartaginés! Las visitas estallaron con una carcajada que hizo vibrar la cristalera, tanto, que médico y enfermera entraron de nuevo en la sala, esta vez con miradas de basilisco, pero como todos reían, a quién podían regañar…

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