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Archive for 22 de abril de 2009

Cuentan las crónicas que Lawrence George Durrell (autor británico, frecuentemente insultado por no ser suficientemente británico) se dolía de la escasa repercusión académica que alcanzaban su producción literaria.

.Lawrence Durrel (pese a que El cuarteto de Alejandría le convirtió, según la crítica, en un clásico de nuestro tiempo, y provocó entusiastascomparaciones del autor con Proust y Faulkner), experimentó crudamente en su persona la actividad de los mediocres, función que consistió en eludirlo, en relegarlo al silencio, a la no existencia, incluso a la humillación, pues al ponerse en subasta en Sotheby’s su archivo, nadie pujó por él. Las grandes instituciones lo ignoraron.

.“Escuche, Durrell –le aconsejaba su amigo Henry Miller-: no se desespere todavía. Si usted puede aguantar, y me imagino que puede, escriba solo lo que le gusta. No se puede hacer otra cosa, a menos que quiera hacerse famoso. De todos modos, se le cagarán encima, así que diga todo lo que tiene que decir. El compromiso es fútil e insatisfactorio. Siempre tendrá un centenar de lectores y, si estos están dotados de gusto y discernimiento, ¿qué más puede pedir? Aun cuando usted elija ser absolutamente honesto, es difícil. La expresión parece una cosa tan fácil, un don divino, y sin embargo, tampoco es eso. Es una lucha sin tregua por encontrarse a sí mismo. Piense en Cezanne, Van Gogh, Dostoievski, Ticiano…

.El caso de Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes 1997, no fue menos clamoroso: ni siquiera consta su nombre en las antologías literarias de su país, Cuba. Decía él que se sentía como un escritor fantasma. La técnica, añadía, consiste en el silencio. El silencio es más fuerte que la palabra. Más eficaz que la descalificación verbal.

.En cuanto a Miguel de Cervantes, el itinerario de fracasos que acompañaron a don Quijote es un claro reflejo de los que rodearon al escritor, quien sólo conoció los sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder, haciendo al personaje una contrafigura literaria del autorEn este sentido, podemos considerar el Quijote como un testamento de su creador, que volcó en él toda su experiencia vital. Para Unamuno no fue Cervantes quien inventó a don Quijote sino don Quijote quien inventó a Miguel de Cervantes.

.La lucha sin tregua por encontrarse a sí mismo de que hablaba Miller, nadie como Cervantes supo ponerla en práctica. Entró en el alma de sus protagonistas, comunicándoles su filosofía de la vida, su talante y modo de ser, su grandeza de sentimientos, su ética. Tan completa y universal fue la creación de su pareja central que los hombres de todas las épocas y latitudes de la tierra se reconocen en ellos.

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